PRIMAS
PRIMAS
Por
Navidad, siempre me cae la negra. Nadie me interprete mal. No se trata de una
chica africana, ni brasileña, ni cubana. Es mi prima, más blanca y famélica que
una esquimal criada bajo el hielo en un invierno polar. Viene de por esos
mundos de Dios, arrastrando el escaso equipaje que le cumple a su inquietud. Me
abraza diciendo que vuelve un año más a verme por un breve lapso de dos
semanas. Dice lapso, es remilgada al hablar. Que a primeros de año partirá de
gira nuevamente. Yo la tengo que acoger, qué remedio. Además de ser mi única
familia, es la dueña del cuchitril donde habito. Se lo dejó mi tío en su
testamento, pero ella es incapaz de vivir más de un mes en el mismo lugar. Me
lo cede gratis, sí, pero tengo que ahorrar durante todo el año para darle de
comer opíparamente en Navidad.
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